Principios Doctrinales de la
Asamblea Apostólica
de la Fe En Cristo Jesús
1. LA IGLESIA
Creemos que la Iglesia de nuestro Señor Jesucristo es una, universal
e indivisible, formada por todos los hombres, sin distinción de nacionalidad,
idioma, color o costumbres, que hayan aceptado a nuestro Señor Jesucristo
como su Salvador y hayan sido bautizados en el cuerpo por el Espíritu
Santo (1 Corintios 12:13). Los vínculos que unen a los miembros de
la Iglesia son el amor y la fe común y su estandarte o bandera es el
Nombre de Jesucristo, ante cuyo emblema marcha gallardamente la Iglesia,
imponente como ejércitos en orden (Cantares 6:10).
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2. HAY UN SOLO DIOS
Creemos que hay un sólo Dios que se ha manifestado al mundo en distintas
formas a través de las edades y que especialmente se ha revelado como
Padre en la Creación del Universo, como Hijo en la Redención de la
humanidad, y como Espíritu Santo derramándose en los corazones de los
creyentes.
Este Dios es el Creador de todo lo que existe, sea visible o invisible.
Es eterno, Infinito en poder, Santo en su naturaleza, atributos y
propósitos. El posee una Divinidad absoluta e indivisible; es Infinito
en su Inmensidad,
Inconcebible en su modo de ser e Indescriptible en su Esencia; conocido
completamente sólo por sí mismo, porque una mente infinita solo se
puede comprender por sí misma. No tiene cuerpo ni partes y por tanto
está libre de todas las limitaciones.
El primer mandamiento de todos es: “Oye, Israel; el Señor nuestro
Dios, el Señor uno es” (Marcos 12:29; Deuteronomio 6:4). “Para
nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios...” (1 Corintios 8:6).
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3. JESUS CRISTO
Creemos que Jesucristo nació milagrosamente del vientre de la virgen María,
por obra del Espíritu Santo y que al mismo tiempo es el único y verdadero
Dios (Romanos 9:5; 1 Juan 5:20). El mismo Dios del Antiguo Testamento
tomó forma humana (Isaías 60:1-3). “Y aquel Verbo fue hecho carne,
y habitó entre nosotros...” (Juan 1:14). “E indiscutiblemente, grande
es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, justificado
en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído
en el mundo, recibido arriba en gloria” (1 Timoteo 3:16).
Creemos que en Jesucristo se mezclaron en una forma perfecta e incomprensible
los atributos divinos y la naturaleza humana. Se llama el Hijo del
Hombre porque El nació de la Virgen Maria en cuyo vientre tomó forma
de hombre, y adquirió así su naturaleza humana. Se llama el Hijo
de Dios porque fue engendrado del Espíritu Santo y participó así de
la
naturaleza divina. Él era humano a través de Maria, en cuyo vientre
tomó la forma de hombre. Él es divino por medio del Espíritu Santo
quien engendró a Maria. Así, se llama el Hijo de Dios e Hijo del
Hombre.
Por tanto creemos que Jesucristo es Dios “Porque en él habita corporalmente
toda la plenitud de la Deidad”, (Colosenses 2:9). Y creemos que
la Biblia da a conocer todos sus atributos. Es Padre Eterno, a la vez
es un niño que nos es nacido (Isaías 9:6). Es Creador de todo (Colosenses
1: 16, 17; Isaías 45:18). Es Omnipresente (Juan 3:13; Deuteronomio
4:39). Hacía maravillas como Dios Todopoderoso (Lucas 5:24-26;
Salmos
86:10). Tiene potestad sobre el mar (Marcos 4:37-39; Salmos 107:29,30).
Es el mismo siempre (Hebreos 13:8; Salmos 102:27).
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4. EL ESPÍRITU SANTO
Creemos en el bautismo del Espíritu Santo, prometido por Dios en el Antiguo
Testamento y derramado después de la glorificación del Señor Jesucristo,
que es quien lo envía (Joel 2:28,29; Juan 7:37-39; 14:16-26; Hechos
2:1-4,16-18).
Creemos, además que la demostración de que una persona ha sido bautizada
con el Espíritu Santo, son las nuevas lenguas o idiomas en que el
creyente puede hablar y que ésta señal es también para nuestro tiempo.
Creemos también que el Espíritu Santo es potencia que permite testificar
de Cristo (Hechos 1:8) y que sirve para la formación de un carácter
cristiano más agradable a Dios (Galatas 5:22-25). El mismo Espíritu
da dones a los hombres, que sirven para la edificación de la Iglesia
(Romanos 12:6-8; 1 Corintios 12:1-12; Efesios 4:7-13). No aceptamos
que haya en ningún hombre la facultad de impartir a otro algún
don, pues “todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo
a cada uno en particular como él quiere.” (1 Corintios 12:11).
“Pero
a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida
del don de Cristo” (Efesios 4:7).
Todos los miembros de la Asamblea Apostólica de la Fe en Cristo
Jesús deben buscar el Espíritu Santo y tratar de vivir constantemente
en
el Espíritu, como lo recomienda Romanos 8:5-16; Efesios 5:18;
Colosenses 3:5.
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5. EL BAUTISMO EN AGUA
Creemos en el bautismo en agua, por inmersión y en el Nombre de Jesucristo,
el cual debe ser administrado por un ministro ordenado. El bautismo
debe ser por inmersión, porque sólo así representa la muerte del
hombre al pecado, que debe ser semejante a la muerte de Cristo (Romanos
6:1-5). Y en el Nombre de Jesucristo, porque ésta es la forma en
que los apóstoles y ministros bautizaron en la edad primitiva de
la Iglesia, según lo prueban las Sagradas Escrituras (Hechos 2:38;
8:16; 10:48; 19:6; 22:16).
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6. LA CENA DEL SEÑOR
Creemos en la práctica literal de la Cena del Señor que él mismo instituyó (Mateo
26:26-29; Marcos 14:22-25; Lucas 22:15-20; 1 Corintios 11:23-26).
En esta ordenanza se debe usar pan sin levadura, que representa el
cuerpo sin pecado de nuestro Señor Jesucristo, y vino sin fermentar,
que representa la Sangre de Cristo, que consumó nuestra redención.
El objeto de esta ceremonia es conmemorar la muerte de nuestro
Señor Jesucristo y anunciar el día en que regresará al mundo y al
mismo
tiempo para dar testimonio de la comunión que existe entre los
creyentes. Ninguna persona debe participar de este acto si no es
miembro fiel
de la Iglesia y está en plena comunión, pues al hacerlo sin cumplir
estas condiciones, no podrá discernir el cuerpo del Señor (1 Corintios
10:15-17; 11:27,28; 2 Corintios 13:5).
El Señor, al terminar de tomar una cena con sus apóstoles celebró
un acto que de momento los maravilló y que fue el lavatorio de
pies. Al terminar este acto, el Maestro explicó a sus discípulos
el significado
de él, y les recomendó que se lavasen los pies los unos a los
otros. La Iglesia practica este acto en combinación con la Cena del
Señor
o indistintamente como un acto de humildad y confraternidad cristiana
(1 Timoteo 5:10).
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7. LA RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO
Creemos en la resurrección literal de nuestro Señor Jesucristo que se
efectuó al tercer día de su muerte, como lo relatan los evangelistas
(Mateo 27:60-64; Marcos 16:1- 20; Lucas 24: 1-12, 36-44; Juan 20:12-20).
Esta resurrección había sido anunciada por los profetas (Isaías 53:
12) y es necesaria para nuestra esperanza y justificación (1 Corintios
15:20; Romanos 4:25).
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8. LA RESURRECCIÓN DE JUSTOS E INJUSTOS
Creemos que habrá una resurrección literal de los muertos en el Señor,
en la cual serán cubiertos con un cuerpo glorificado y espiritual,
con el cual vivirán para siempre en la presencia del Señor (Juan
5:29; Hechos 24: 15; 1 Tesalonicenses 4:16; Job 19:25-27; Salmos
17:15; 1 Corintios 15:35-54). Los cristianos que estén en pie, en
el momento en que el Señor recoja a su Iglesia serán igualmente transformados
y así irán a estar con el Señor para siempre en gloria (1 Tesalonicenses
4:18; 1 Corintios 15: 51,52).
Creemos también que habrá resurrección de injustos pero estos despertarán
del sueño de la tumba sólo para ser juzgados y oír la dura sentencia
que los hará herederos del fuego eterno (Mateo 25:26; Juan 5:29;
Apocalipsis 20:12-15; Marcos 9:44; Daniel 12:2).
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9. EL RECOGIMIENTO DE LA IGLESIA Y EL MILENIO
Creemos que la Iglesia, compuesta por los muertos en el Señor y los fieles
que estén sobre la tierra en el momento del Rapto, será levantada
para ir a encontrar a su Señor en los aires y participar en las Bodas
del Cordero. Después vendrá con el Señor a la tierra para hacer el
juicio de las naciones y reinar con Cristo mil años. Este período
será precedido por la Gran Tribulación y la batalla del Armagedón,
a la cual dará fin el Señor cuando descienda sobre el Monte de los
Olivos con todos sus santos (1 Tesalonicenses 4:13-17; 1 Corintios
15:51-54; Filipenses 3:20,21; Isaías 65:17-25; Daniel 7:27; Miqueas
4:1-3; Zacarías 14:1-16; Mateo 5:5; Romanos 11:25- 27; Apocalipsis
20:1-5).
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10. EL JUICIO FINAL
Creemos que hay un juicio preparado en el cual participarán todos los hombres
que hayan muerto sin Cristo y los que estén sobre la tierra en el tiempo
de su verificación. Este juicio se efectuará al final del milenio y también
se conoce con el nombre de Juicio del Trono Blanco. La Iglesia no será
juzgada en esta ocasión, sino que ella misma intervendrá en el juicio
que se haga a todos los hombres de acuerdo con lo que está escrito en
los libros que Dios tiene preparados. Al terminarse este juicio, los
cielos y la tierra que hoy existen serán renovados por fuego y los fieles
habitarán en la Nueva Jerusalén. La dispensación cristiana habrá terminado
y entonces Dios volverá a ser todas las cosas en todos (Daniel 7:8-10,
14, 18; 1 Corintios 6:2,3; Romanos 2; 16; 14; 1 Corintios 5:10; Apocalipsis
20:5-15; 21:1-6).
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11. LA SANIDAD DIVINA
Creemos que Dios tiene poder para sanar todas nuestras dolencias físicas,
si así es su voluntad y que la Sanidad Divina es un resultado del sacrificio
de Cristo; pues El llevó nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores
(Isaías 53:4). La sanidad del cuerpo se efectúa por una combinación de
la fe del creyente y del poder del Nombre de Jesucristo que se invoca
sobre el enfermo. El Señor Jesucristo prometió que los que creyeran en
su Nombre pondrían las manos sobre los enfermos y estos sanarían (Marcos
16:18). Los enfermos deben ser ungidos con aceite en el Nombre de Jesucristo
por ministros ordenados para que el Señor cumpla sus promesas (Juan 14:13;
Salmos 103:1- 4; Lucas 9:1-3; 1 Corintios 12:9; Santiago 5:14-16).
Creemos que la Sanidad Divina se obtiene por la fe y que en caso de que
algún hermano tenga necesidad de someterse a los cuidados y ministraciones
de la ciencia médica, los demás no deben criticarlo, sino considerarse
a sí mismos y guardarse de encontrar condenación con lo que ellos mismos
aprueban (Romanos 14:22). Recomendamos que los miembros y ministros
de nuestra Iglesia se abstengan de lanzar críticas indebidas a la ciencia
médica, cuyos adelantos nadie puede negar y que se originan en la habilidad
que Dios ha dado a los hombres para ir descubriendo los secretos del
funcionamiento del organismo humano. Al mismo tiempo, los exhortamos
a que no se opongan a las campañas de higiene, vacunación y limpieza
que sean iniciadas por el gobierno, sino que, por lo contrario, colaboren
decididamente en los lugares donde sea posible.
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12. LA SANTIDAD
Creemos que todos los miembros del cuerpo de Cristo deben ser santos,
es decir, apartados de todo pecado y consagrados al servicio de Dios.
Por esta razón deben abstenerse de toda clase de prácticas, diversiones
e inmundicias de carne y de espíritu (Levítico 19:2; 2 Corintios 7:1;
Efesios 5:26,27; 1 Tesalonicenses 4:3,4; 2 Timoteo 2:21; Hebreos 12:14;
1 Pedro 1:16).
Sin embargo en la práctica de la santidad, creemos que debe evitarse
toda clase de extremismos, ascetismos y privaciones que tienen cierta
reputación de sabiduría, en culto voluntario y humildad y en duro trato
de la carne, la cual es sombra de lo por venir, mas el cuerpo es de
Cristo (Colosenses 2: 17,23). En lo que respecta a alimentos, sabiendo
que “todo
lo que Dios creo es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con
acción de gracias” (1 Timoteo 4:4).
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13. MATRIMONIO
Creemos que el matrimonio es sagrado, pues fue establecido desde el principio
y es honroso en todos (Génesis 2:21-24; Mateo 19:1-5; Hebreos 13:4).
Los matrimonios deben verificarse de acuerdo con las leyes de los países
respectivos y luego solemnizarse en la Iglesia según la práctica aprobada.
Las parejas que no hayan legalizado su unión y deseen bautizarse, deben
cumplir primeramente con los requisitos de las leyes civiles.
Creemos que el matrimonio es una unión que debe perdurar mientras viven
los dos cónyuges. Al morir uno de ellos, el otro está libre para
casarse y no peca si lo hace en el Señor (Romanos 7:1-3; 1 Corintios
7:39).
Creemos además, que los matrimonios deben verificarse exclusivamente
entre miembros fieles. Ningún ministro deberá casar a un miembro
de la iglesia con una persona inconversa. Los miembros que estando
en
plena comunión se casaren con una persona inconversa, deberán ser
juzgados por los pastores.
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14. EL ESTADO Y LA IGLESIA
Creemos en la separación del Estado y la Iglesia y que ninguno debe intervenir
en los asuntos del otro, pues aquí se cumple el precepto bíblico
de dar lo que es de César a César y lo que es de Dios a Dios (Marcos
12:17).
Los cristianos deben tomar participación en actividades cívicas de
acuerdo con su capacidad e inclinaciones políticas, pero siempre
reflejando sus ideas personales y no las de la Iglesia. La Asamblea
Apostólica siempre es neutral y tiene cabida para los hombres de
todos los credos políticos. Al mismo tiempo, todos los cristianos,
deben obedecer a las autoridades civiles y todas las leyes y disposiciones
que de ellas emanen, siempre que no contradigan sus principios
religiosos o los obliguen a hacer cosas en contra de su conciencia
(Romanos
13: 1- 7).
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15. SERVICIO MILITAR
La Asamblea Apostólica de la Fe en Cristo Jesús, reconoce al gobierno humano
como de ordenación Divina (Romanos 13: 1-2) y al hacerlo así, exhorta
a sus miembros a que afirmen su lealtad a su patria. Siendo discípulos
del Señor Jesucristo, es deber de todo cristiano obedecer sus preceptos
y mandamientos que enseñan como sigue: “No resistáis al que es malo”
(Mateo 5:39). “Seguid la paz con todos” (Hebreos 12:14). También (Romanos
12:19; Mateo 26:52; Santiago 5:6; Apocalipsis 13:10).Por estas Escrituras,
se cree y se interpreta que los seguidores de nuestro Señor Jesucristo
no deben destruir propiedades ajenas o quitar vidas humanas.
Se considera un pecado, que después de haber recibido el conocimiento
de la verdad, haber sido hechos nuevas criaturas en Cristo Jesús, participar
en acciones o actos diferentes a aquellos recomendados por la Divina
Palabra de Dios (Hebreos 6:4-9; 10:26, 27).
Par lo tanto, se aconseja a todos los miembros que de acuerdo al dictamen
de su conciencia, sirvan libremente a su patria, en tiempo de paz
o de guerra, y prestar servicio, no importando cuán duro o peligroso
sea en
todas las capacidades NO COMBATIENTES. La Doctrina enseña que se
ore porque tengamos siempre hombres de Dios como gobernantes y orar por
ellos para que tengan siempre la sabiduría Divina y para que como
nación,
seamos
guardados fuera de la guerra, con honor y vivir en paz continuamente
(1 Timoteo 2:1-3).
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16. PECADO DE MUERTE
Creemos, a la luz de la Palabra de Dios, que hay pecado de muerte y que si este
es cometido en los términos que expresa la misma Biblia, se pierde el
derecho a la salvación (Mateo 12:31,32; Romanos 6:23; Hebreos 10:20,
27; 1 Juan 5:16,17). Por tanto, recomendamos que todos los fieles se
abstengan de dar oído a doctrinas en que se promete seguridad eterna
al cristiano sin importar su conducta, y la idea de que “una vez salvo,
siempre salvo,” pues la Biblia enseña que es posible ser reprobado y
se necesita permanecer fiel hasta el fin (Romanos 2:6-10; 1 Corintios
9:26,27).
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17. SISTEMA ECONÓMICO DE LA IGLESIA
Creemos que el sistema que la Biblia enseña para la obtención de fondos
necesarios para el cumplimiento de la obra es el de diezmos y ofrendas
y que debe ser practicado por ministros y creyentes igualmente (Génesis
28:22; Malaquias 3:10; Mateo 23:23; Lucas 6:38; Hechos 11:27,30; 1 Corintios
9:3-14; 16:1,2; 2 Corintios 8:1-16; 9:6-12; 11:7-9; 1 Timoteo 5:17,18;
6:17-19; Gálatas 6:6-10; Filipenses 4:10-12,15-19; Hebreos 13:16).
Sabiendo
que la obra de Dios no tan sólo tiene aspecto espiritual, sino también
material, creemos que es necesario reglamentar la manera en
que se adquieran y distribuyan los fondos necesarios para responder a
las necesidades materiales de la obra.
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18. EL CUERPO MINISTERIAL
Creemos que el ministerio es un llamamiento de Dios y que el Espíritu Santo confiere
a cada ministro la facultad de servir a la Iglesia en distintas capacidades
y con distintos dones, cuyas manifestaciones son todas para edificación
del Cuerpo de Cristo (Romanos 12:6-8; 1 Corintios 12:5-11; Efesios
4:11,12).
Creemos también que, aunque el llamamiento al ministerio es de origen
Divino, la Palabra de Dios contiene suficientes enseñanzas sobre
los requisitos que debe llenar la persona que vaya a servir en
el ministerio y que corresponde a los gobiernos eclesiásticos debidamente
organizados examinar a los candidatos al ministerio y determinar
cuándo son dignos de aprobación, y la tarea a que se deben dedicar
(Hechos 1:23-26; 6:1-3; 1 Timoteo 3:1-lo; 4:14; 5:22; Tito 1:5-9).
Creemos además, que el Espíritu Santo usa al ministro en distintas
formas, según las necesidades de la obra de Dios y la capacidad
y disposición personal del ministro. Nadie puede ser colocado
en una
posición más elevada que aquella a que se haga merecedor (1 Timoteo
3: 13; Romanos 12:3).
Creemos que el obispado es el cargo más elevado en el ministerio
y que a quienes lo ocupan, se les debe dar muestras especiales
de consideración y respeto, sin menoscabo de los que ocupan
posiciones de menor responsabilidad.
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